¿Nunca habéis tenido ganas de pegar a alguien, de humillarle por lo que hace o dice? ¿No sentís que ha llegado la hora?
Quiero decir si no veis constantemente a gente decir auténticas barbaridades, o simplemente son más ignorantes que dan ganas de reír de la pena que dan. Caminan por el mundo como grandes reyes que han conquistado tierras imaginarias, como dueño y amo del tiempo, como... como lo que no son, ¿verdad?
Las auténticas barbaridades... bueno, el gran y magnífico ejemplo lo he tenido presente hace un tiempo [...]. Todo empieza con la llamada a todos los alumnos de Bachiller y algunos cursos de ESO al auditorio para una conferencia sobre la seguridad vial. Bien, perfecto.
Más tarde, al sentarme junto a unos amigos, me doy cuenta de que en realidad no voy a ver accidentes como los de Impacto Total en Antena 3, sino más bien los relatos de varias personas que han sufrido accidentes. Mientras habla uno de ellos, que está en silla de ruedas, escucho no muy lejos de mí (creo recordar por atrás) que alguien comenta: “Tú no puedes saltar, y yo sí.” Lo más fastidioso del comentario viene a ser su tono de voz, sobre todo al final “... y YO sí.” ¿Qué te piensas chaval, que eres el number one? ¿Por qué no te cortas la lengua?
El autocontrol no es mi punto fuerte, pero me resistí a darme la vuelta y buscar al ignorante que dijo tal cosa. En vez de partirle la cara, lo que hice fue diferente. Pensé en que tuviera él un accidente similar, y que cuando le encontrara por la calle, le dijera yo: “¡Mira cómo salto, mira, mira mis pies! ¡Eeepaa! ¡Hop, hop!” ¡Imbécil!
Cambiando de tema radicalmente, ya que esto mismo que escribo es justo antes de nuestra querida Navidad, oh, bella que es. Hablaré de lo bien reflejada que está la sociedad del momento en estas fiestas, oh, tan lujosas y llenas de felicidad.
La Navidad, para la mayoría, es un reencuentro de la familia, es una fiesta en la que se celebra, sinceramente, no sé su significado, pero creo que tiene relación con Jesucristo y su dogma... esto, quiero decir, sus enseñanzas.
En Nochebuena, viene un hombre, vestido de rojo, con barba de hace años, y más gordo que nadie, montado en un carro con renos tirando de él; pero lo más interesante no es eso, sino que ¡por increíble que parezca! el carro vuela. El hombre, al que nadie le ha invitado a su casa, entra silenciosamente por la noche. Lo hace por la chimenea, y, curiosamente, deposita regalos, los elegidos por los niños de cada familia, algo un tanto preocupante al conocer sus gustos sin conocerles, o quizás sí... bueno, continuemos.
Después de un tiempo, pasando de la Nochevieja "cogorza per cápita", llegamos a los Reyes Magos, otros señores vestidos con telas de seda, con un séquito que ni un emperador, que vienen de Oriente montados en camellos, que dan carbón dulce a los malvados... lo destaco porque si a los malos les dan una cosa tan deliciosa, difícil vamos a educar a los niños para que aprendan de sus errores, pero bueno... eso es asunto de adultos, no de jóvenes caprichosos y sin conocimiento como yo. ¿Y los regalos? Los regalos aparecen de la misma forma que con el hombre de los renos voladores: espontáneamente.
Entre estos dos momentos, ayudamos mucho a que los niños, y no tan niños, a que consigan tener una auténtica visión del mundo real, porque, como se les hace creer hasta (no exagero) los doce años de la existencia de estos personajes, logramos que adquieran libertad total y plena: una libertad ignorante. ¿Para qué quitarles la ilusión de Papá Noél y los Reyes Magos? Si se la quitamos, pierde gracia el sentido. Si hacemos que los niños se vuelquen en la verdad, en la realidad, y no en la imaginación, desarrollarían notablemente su autonomía y sus juicios ante la sociedad, algo que queda totalmente prohibido en este país tan democrático, porque así no se podría controlar a la masa. Es mejor abobarlos, enseñarles el pastel constantemente aunque nunca lo alcancen ¡porque, principalmente, no existe!, y así pronunciar las fascinantes palabras: "He aquí la sociedad, hijo. No hagas preguntas, limítate a decir que sí."
Ya he hablado en otros momentos, hace tiempo, de la diferencia entre heteronomía y autonomía, siendo muy fácil de explicar con un ejemplo. El ejemplo no era nada más que una naranja. La naranja, cuando somos niños, no sabemos abrirla. Su cáscara, que representa lo menos importante, lo externo o superficial, es atravesada por los dedos de nuestros padres, que nos ayudan a vislumbrar la realidad, pero en pocas ocasiones a comprenderla. Más adelante explicaré la diferencia entre entender y comprender algo. Nos ayudan a seleccionar los gajos de la naranja, nunca a que nosotros elijamos, porque quizás lleguemos a equivocarnos o seleccionamos algo que ellos no quieren que veamos (la no existencia de los Reyes Magos, por ejemplo). Y también llegan a forzar nuestra boca, a que traguemos los gajos de tal forma que no podamos pronunciar juicio alguno sobre lo que ya está pasando por nuestra garganta, que nuestro cuerpo ya lo ha asimilado, por lo que es ya parte de nosotros, y que no podremos desembarazarnos de ello hasta que hallamos conseguido cierta autonomía. Lo que hacen nuestros padres (en su mayoría no lo saben, no es por criticarlos) no es nada más que el protocolo: mastica poco, traga y asimila la realidad que ellos desean; ya tendrás tu turno más tarde.
Por desgracia, aunque ese momento no es nada más y nada menos que la propia autonomía y los juicios razonables de nuestra mente, en la mayoría de los casos la gente sigue como si fueran niños, tragando gajos que en ocasiones son más venenosos que benignos. Y claro está, con la existencia de gente, que a veces incluso traga esa realidad falsa para no creer en la verdadera (porque asumir la realidad verdadera es asumir que eres un ignorante, y eso cuesta mucho, sobre todo moralmente), se crea lo que es la "sociedad de la ignorancia".
Continuando con la Navidad, podemos ver muchos más aspectos de la sociedad actual, pero sobre todo acentuados. Creo que la definición perfecta de la Navidad sería: época del año en la que todos se deben sentir obligados a ser felices, a compartir esa felicidad y a ser solidarios, a crear una sociedad feliz, contenta, llena de vida, pese a que a lo largo del año esa sociedad seguro que se haya ido poco a poco degradando, empeorando, malgastándose. Pero... ¡qué voy a saber yo de eso, si soy otro ignorante! ¡Esa definición es totalmente falsa!
Hay que ser feliz casi por narices... lo interesante es el ambiente navideño, su... su forma global en las ciudades, en las que la gente sale a divertirse porque sí, en la que compran cosas casi por mandato divino, con consecuencias nefastas si no lo haces, porque sino, estás expresando claramente que odias la Navidad, y, por lo tanto, a la propia sociedad la insultas al no respetar una época tan bella. Hablando de las compras... ¡vaya tema tan precioso para criticar!
Las compras, las consumiciones excesivas... a veces me pregunto porqué la gente come hasta hartarse (quizás sea en honor de los tercermundistas, quizás). Se compra compulsivamente, casi o totalmente poseídos por el Diablo. Y aquí he de reconocer que tuve que darle al coco... estas últimas Navidades me propuse al final que sólo compraría una cosa, nada más, y, si podía, donaba el resto del dinero, porque, sinceramente, no seré más rico con más dinero, sino cuanto menos necesite.
Anteriormente, coco "precomido" constantemente durante años y años, no pude desatarme de esos hilos que poseen a cualquiera que no huye a tiempo: los hilos corruptos de la sociedad capitalista, en la que todo el mundo debe comprar (repito de nuevo) en Navidad, debe gastar, gastar y gastar. Pero ahora, ya enterado, es absurdo comprarme todo lo que desee en un momento de alegría (que por cierto me sucedió, pero lo controlé)..., es más, [...], debo enfrentarme a la verdadera realidad. No puedo permitirme el lujo de gastarme tanto dinero en cosas como son los videojuegos, aunque sea mi hobbie... Los hobbies deben ser casi erradicados a ser algo mínimo, de poca importancia, que sean colecciones o aficiones que no lleven gastarse grandes cantidades de dinero.
Pero, acostumbrado a hacer saltos en los temas, como la ignorancia es el apartado tan adorado por mí, ahora hablaré de la supuesta mayoría de edad que se cree la gente que tiene. Vamos a ver, gandules, que por tener dieciocho o más años no significa que seáis ya mayores. No, y es tan sencillo que hasta vosotros lo entenderéis, adultos. Decidme, con apoyos sólidos, porqué entonces existen diferentes "mayorías de edad", en la historia y en las culturas. Es una auténtica estupidez. Como siempre digo: "La edad es un número, no un estado mental", y, ¡ah, de mí, el pobre joven que todavía desconoce y no puede juzgar! creo que yo tengo bastante madurez en comparación con adultos de treinta años.
Os ilustraré con los grandes ejemplos de nuestra queridísima sociedad (¡amén!). El mejor, el impresionante y magnánimo ejemplo no es más que lo que llaman ahora "reunirse con los amigos y disfrutar de la vida", es decir, el botellón. Sí, vale, muy bonito eso de beber y disfrutar, que en parte no lo veo mal, y ya sea en un lugar abierto que cerrado; lo que hay que destacar es la pasividad de los adultos y la ignorancia de los jóvenes ante los resultados que puede provocar tal evento. El botellón, tan apreciado por los jóvenes, atrae más adeptos a su secta, y esos sirvientes del alcohol son cada vez más pequeñitos, o, para que lo entendamos, adolescentes de entre doce y catorce años, que, por desgracia (para el estado mental suyo) o por fortuna (para las empresas), van a cogerse una cogorza de aquí a Lima en España. Sí, es así y, sin embargo, dejamos que suceda. Adolescentes borrachos, al igual que los adultos... ¿qué será lo siguiente? ¿Bebés con vodka en vez de biberón? ¿O niños con bollicaos de whisky?
En cuanto a la pasividad, a dejar que suceda, es lo que me ha dejado y me deja sin habla... es un enigma que se puede resolver de nuevo con la palabra mágica: ignorancia. Debemos buscar el porqué de esto, pero carece de sentido lógico. No... no sé siquiera cómo explicarlo, principalmente porque no tengo razones ante algo tan absurdo. ¿Por qué existen esos macrobotellones en Granada o Sevilla? Además, lo interesante, es que dejan todo más sucio que su propia casa, obligando a los barrenderos a recoger algo que no tiene causa justificada. Su existencia es sencilla: los jóvenes deciden reunirse, y lo hacen gracias a las tecnologías y a la libertad que tienen... ¡imaginaos macrobotellones durante la dictadura! Me habría gustado verlo. La gente concibe libertad como voluntad para hacer lo que les dé la gana, pero la libertad absoluta implica consecuencias nefastas. Aquí entra en juego la pregunta: ¿es lo mismo "poder" que "deber"? Se puede matar, pero no se debe, sobre todo porque en un estado de derecho (en el que funcionen las leyes de manera práctica, no teóricamente, pero de esto ya hablaremos en otro capítulo), eso te lleva directamente a la cárcel. Por eso la libertad está condicionada por ciertas pautas que llamamos leyes, que han sido un acuerdo mutuo entre todos.
Volviendo al ilustrísimo botellón, no puedo evitar reírme a carcajada limpia cuando me dicen que el alcohol es bueno para la salud. Cierto, la gente que muere no lo hace por tonterías como el coma etílico y la cirrosis. Esta gente muere porque quiere, sí, porque quiere, ¿verdad? Les apetece morir y dicen: "Venid a verme mañana". El alcohol, como todo, es malo en exceso. Recuerdo un día en el que leí los problemas que provocaba la ingestión del jugo de la vida, y, días más tarde, se lo comenté a un amigo que justificaba su toma porque le hacía conocerse mejor y sentirse mejor (más feliz, decía), alegando que todo (o en su mayoría) era mentira. Bueno, pues ya que lo dices, mister invencible, consume todo lo que puedas... seguro que no te pasa nada. Las infecciones de hígado causadas por alcohol se curan tomando más; es una ley de oro.
Otro salto, ya que este capítulo trata de descargar mi furia ante lo existente hoy en día, hablemos de nuevo de otro de sus aspectos tan maravillosos, o, como decía mi profesor de Historia de España de 2º de Bachillerato, de estos países de "fauna democrática", como son Inglaterra y Francia. Me refiero a la más pura ignorancia, la que yo pienso la reina entre todas, que les deja al resto como meras cuestiones: la pasividad ante la pobreza en el mundo, entre otras cosas relacionadas.
Es interesante, por ejemplo, que se haga en ocasiones un minuto de silencio porque ha muerto, a saber, un presidente, un diplomático... un militar. Se les llena de honores, se honra su muerte hasta casi ponerlos a la altura de divinidades (no literalmente). En cambio, ¿cuándo se ha hecho honor a la gente que muere en una obra? ¿Ninguna? Mueren más de seiscientos obreros, sí, 600, en número para que lo veáis mejor, en España, cada año, y a ellos ni siquiera se les menciona en las noticias. Pocas veces lo veo. Ellos también trabajan para el Estado, para la sociedad. Además, construyen casas, hogares para que la gente pueda vivir. Construyen uno de los derechos o dignidades más importantes del ser humano, y, en cambio, en muchas ocasiones se les desprecia por su puesto en comparación con el militar, que en muchas ocasiones lo que hace es matar. Es verdad que no puedo negar los increíbles trabajos de los militares en varios lugares del mundo, como ha sido en Haití, pero han muerto igual que lo hacen los obreros. ¿Son acaso mejores? Yo creo que no. Bueno, y hablando de muertes... relacionado también está el caso (bastante irónico, por cierto) de ver la tele y sus noticias mientras comemos, y entre ellas una que habla de las guerras en África, de los niños que mueren por desnutrición. ¿No os ha ocurrido que alguien, al llevarse el cacho de su filete a la boca, diga "qué pobrecitos, qué hambre pasan"? Yo siempre que veo noticias así, dejo la comida, pienso en lo mismo que estoy escribiendo ahora, y rezo para que cada día esté más cerca mi deseo. Deseo estudiar duro, conseguir un buen trabajo, y, si tengo dinero, buena parte irá destinada a ayudar a los niños que pasan hambre, para vacunas, agua, alimentos, etc. Yo no voy a quedarme de brazos cruzados. Basta ya, basta de creernos "guays" en nuestra sociedad de pacotilla, que no tiene nada de moderno, sino que está corrompida por el dinero, por la competitividad y por ver quién es mejor que el otro, donde los padres machacan a sus hijos para demostrar a sus vecinos que ellos sí valen en comparación con los suyos.
Vivimos en una caverna con luz eléctrica. Por lo menos la gente pobre es consciente de la realidad que le rodea y se esfuerza para asumirla como es. Los ricos no, ya que, como no me canso de repetir, prefieren vivir en la ignorancia y tragar la falsedad, que sabe mejor que la verdad. Les comemos el coco a los niños con la Navidad (sé que estoy repitiendo, pero es para que os enteréis bien del cotarro), comemos en abundancia en la propia Navidad, olvidándonos de que cada 30 segundos un niño muere de hambre, otro es raptado para la prostitución y otro se convertirá en niño soldado. ¡Qué más da, por Dios! ¡Qué más da que haya guerras en países que exportan diamantes, mientras mi mujer esté feliz en mi matrimonio! ¡Qué más da que mi hijo tenga unas Nike fabricadas en China por niños! ¡Qué más da todo, si somos los "number ONE"!
¿Sabéis, eh, ignorantes del mundo, cuántos niños murieron esta Navidad (2010)? Más de 51000. Estoy seguro que España consumió 51000 kilos de polvorones y gambas. Yo me incluyo en esta fatídica estadística, y sí, podéis llamarme hipócrita y lo que queráis, pero por lo menos soy consciente de lo que está sucediendo y cuando tenga la edad suficiente, no dudéis que actuaré. Cuánto habría deseado ir a Haití, a Chile... todo por ayudar, aunque muchos me toman como un bromista cuando lo digo. Sí, tengo debilidades, sobre todo físicas, pero yo creo que no hace falta nada más que solidaridad y conocimiento de que vas a ayudar, no a quedarte de brazos cruzados. Si hay que reconstruir una casa para una familia, me parto el brazo si hace falta, y esto es literalmente.
No lo soporto... es... es... ¿cómo se puede definir algo así? ¿Cómo podéis descansar tan bien al saber lo que os cuento? Cuando en las noticias informaron del terremoto en Haití, contuve las lágrimas, pero mi cuerpo se derrumbó. No soportaba la idea. Hay una canción de un grupo español, Reincidentes, que en una parte dice: "¿Por qué los pobres siempre son los que tienen que pagar más?"
Todo tiene relación, todo. Incluso el asunto de la inmigración. ¿Cómo se puede llegar a ser un racista? Es puro miedo que se convierte en odio. Y más aún los que dicen que España es para los españoles. Mirar, mongolos, ir a una biblioteca (sí, ese edificio donde hay libros), y buscar Historia. Comprobad cómo España ha sido durante casi doscientos años, 200, en número, inmigrante, marchando a países de América y de Europa, que os creéis muy listos con vuestro conocimiento tan extenso. Vuestra cultura sí que es la monda, ¿eh? Es superior porque es española. Porque lo español es... buah, qué diré, es lo más, ¿no?
Ahora decidme qué tradición cultural o costumbre no tiene relación con alguna africana, americana o árabe. Os dejo tiempo. Os dejo toda vuestra vida, que no vais a encontrar nada... ¿acaso los toros, eh? Pues no. Ya se "toreaba" en la Antigua Grecia, en Creta, y muchos países mediterráneos lo hacían y lo siguen haciendo. España es un país de los más multiculturales del mundo, y no podemos negar tal cosa, porque negarlo es negarnos a nosotros mismos. ¿El flamenco? Una derivación árabe, seguro que de la llamada a la oración. ¿La siesta? La siesta la hacen en todo el mundo. Además, España como Estado en sí, para mi opinión, no es cuando los Reyes Católicos decidieran unir Castilla y Aragón, ni siquiera durante el reinado de los Austria y Borbones. No. El año exacto es 1898, cuando España perdió Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Entonces el Estado español se conformó tal como es actualmente, con algunas diferencias. Quizás sea una auténtica herejía lo que he dicho, pero es mi opinión.